16 mar 2009

UNA PRINCESA, UN DRAGÓN Y UN PRÍNCIPE DESCAPOTADO_ parte 1

Hace algún tiempo, en tierras mágicas e imaginarias donde reinaba la codicia, la infelicidad, la tristeza y los malos hábitos; un mundo casi destruido a sí mismo por la desconsideración de su gente, existía una mujer, una niña en mejores términos, que vivía al amparo de su sagrada familia.

De finos poderes, ella estaba acostumbrada a ser una engreída reina que gustaba de pasear por balcones virtuosos ordenando y erigiendo monumentos a ideas que sólo para ella existían y que sólo para su entorno eran razonables.

No contaré de personajes que la rodeaban, pero estaba el rey, hombre muy poderoso; la reina, celestial dama; la otra princesa y el único príncipe de ese reinado. Pero sí contaré acerca de un príncipe lejano a esa realidad.

Él vivía en la ciudad, era pintor, humilde creyente de las realidades del mundo, filósofo … cuando podía, pero además loco sano sin ideas ambiciosas más sí soñadoras. Le gustaba correr tras estrellas, idear mil maneras de salvar a su mundo – sabía él que casi no tenía solución, pero nada le impedía renegar – trabajaba para ganarse el pan y los vinos del fin de jornada. Él, tenía la habilidad de hacer realidad lo que inconscientemente visualizaba.

La historia en realidad empieza cuando ambos por algunas casualidades se conocen. Un día cualquiera, mientras él correteaba una de las miles de estrellas que nunca se dejaron atrapar, se encontró lejos de donde había empezado a correr, se topó con una muralla alta y casi por donde las nubes se dejaban ver, un balcón. Consternado él observaba la magnitud de su construcción y embebido por la lluvia personal de la que era testigo logró enfocar a la nube de las que brotaban lágrimas y no llovía. Era ella.

Gritando le dirigió la palabra y ella más educada que atenta le respondió y sólo se presentaron. Él, más preocupado por encontrar el camino de regreso a su vecindario, se despidió y marchó hacia atrás esperando recordar el camino que lo regrese a sus pinturas e ilusiones.

Ya cuando se encontraba sentado frente a su lienzo, decidió esperar a la siguiente estrella que lo llevara de nuevo ante tan alta estructura: un balcón casi virtual y un ángel montado en él.

Hubo una segunda y una tercera vez, pero las circunstancias de ambos los llevaron a alejarse ya siendo conocidos, conociendo en realidad poco, muy poco de ellos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario