24 ene 2009

BORRADORES

¿Recuerdan aquellos que siguen viniendo como cabezas de los lápices amarillos?, esos que en vez de borrar agregaban una mancha delatadora a tu examen o en tu cuaderno. Pues de ellos intentaré hacer una metáfora.

Existen los de goma y dentro de esta categoría están los que vienen justamente al otro lado del carboncillo de los lápices, generalmente sólo sirven para comértelos, arrancarlos y fastidiar lanzándolos o para marcar distancias en modelos con plastilina, pero nunca para borrar. Están también los clásicos azul y rojo, esos que eran para lápiz y lapiceros, que parecían un bólido en la mejor alucinada provocada por aburrimiento. Esos sí servían para borrar.

Habían otros de colores, más feministas por decirlo de alguna forma, los olorosos que provocaban mascarlos cual fruna o los de forma graciosa que si tuvieran personalidad serían juguetes frustrados, a quienes no les quedó otra de hacerlas de borrador.

Ahora, existen los que quieren ser perfectos, tecnológicos, como los correctores líquidos, aquellos que tienen forma de lapicero embarazado…esos sí borran, pero sólo si el papel es blanco, de lo contrario, servirían como una especie de plumón con problemas de retención urinaria.

Borradores, correctores, algunos sirven, otros no. Ninguno de éstos corrige ni sirve para quitar un recuerdo profundo, para borrarte de la mente un sentimiento grande, así te bañes en ese líquido blanco de corrector o así te comas algún puré del mejor borrador, esas líneas sólo las borra el tiempo…si tienes suerte. Y más aún si se trata del rastro casi ectoplasmático de un ángel, quien dibujó en mis paredes internas el techo de la capilla Sixtina, con sinfonías propias de su voz.

Y seguiremos viviendo, con esa línea que no cerró el círculo y esperando que alguna hoja en blanco se pose por encima para poder empezar de nuevo. Esperando que una corriente de fuerte viento remueva el desorden de ese cuaderno y encuentre la forma de refrescarte. Siendo consciente de haber aprendido y haber sido testigo de lo que no puede pasar, por más que uno quiera las decisiones a veces vienen acompañadas.

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