24 dic 2008

La alegría de dormir escuchándote

Es difícil entender, a veces, los extraños hincones, cosquillas, suspiros o cualquier otra consecuencia orgánica de sentirte bien cuando haces algo que te gusta, o cuando descubres cuánto te apasiona hacerlo.

Compartir tan abiertamente una noche con alguien, no significa necesariamente lo que se puede pensar: descubrí la forma más dulce de hacerlo con alguien a quien quiero mucho. Quizá me anime líneas abajo a describirlo, pero lo más probable es que lo deje a la propia imaginación.

Segundos interminables de un abono recargado para esperar durante el día - como en mi composición - una voz dormitada. Una voz que suena en AM y no en FM, en mono y no en estéreo. Una voz que se apaga con el pasar de los minutos, pero que culminan en una respiración que se escucha no con los oídos, sino con el alma. Una voz que te inspira la locura de compartir una noche, un sueño de dos en lechos distintos, en ciudades lejanas, pero más unidos que muchos.

Compartiendo cuates o saliendo a caminar sin hacerlo, conversando siempre de temas que pueden surgir, sin importar de qué se traten, una risa, su jeje... su cuando a su fuente de energía le queda sólo 40% de pila.

Ahora me puse a pensar en la experiencia de anoche y entre las sonrisas que me arrancaban los recuerdos de aquellas horas pasadas, se me ocurría lo peligroso que podría ser. Por ejemplo, qué pasaría si en una de esas reacciones espontáneas, mientras duermo arrullado por su voz, muero electrocutado o ahorcado por un cable, jaja. Más fácil sería que me atropelle un tren en Lima.

Gracias por haberme hecho pasar una noche tan curiosa y dulce, con ese significado casi infantil y agradable y, sobre todo, con tan profunda sinceridad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario